Wednesday, December 29, 2010

No, yo nunca estuve allí

Pasan los meses y sigo pensando que nunca estuve allí. Permanecen en mí vagos recuerdos; a veces, engañados por el calor de mi corazón, creen que llegó la primavera, y florecen. Pero pronto marchitan, pronto mueren y nada queda de ellos. No, yo nunca estuve allí.

Un mar de sueños me ahoga, la muerte acecha pero no busco una escapatoria. No lo hagas. No lo hagas, te digo, yo no quiero huir. No levantes el tapón. No quiero que me abandonen. Son sueños, simples sueños de un lugar al que nunca fui. No, yo nunca estuve allí.
Fue una mañana blanca, tan simple como tú quieras verla, tan pura como yo la sienta. Recorrí las calles engalanadas de París, me vi reflejado en ellas, monstruo que deviene príncipe, príncipe de un lugar remoto, príncipe de la nada. Rostro cansado de ver lo que no ve, corazón dañado de sentir lo que no siente, manos heridas de tocar lo que no tocan. No, yo nunca estuve allí.
Desnudos anduvisteis por las calles del frío Montmartre; y avergonzados os cubristeis: antaño de rojo en octubre, ahora de blanco en diciembre. Caballos cabalgando a vuestros pies sentí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, cuerpo de un ser que no es ser sin ser lo que no es. No, yo nunca estuve allí.
Subí, lentamente, subí. Uno, dos, tres… y vuelta a empezar. Tres, dos, uno… y vuelta a terminar. Tres guardianes del corazón; dos corazones distanciados; una distancia para dos. Dos personas que se quieren; tres, digo, tres. No, yo nunca estuve allí.
Y llegué; pero ya era tarde: esta vez ganaste la batalla. Rendida a tus pies cayó, y toda tu pureza la cubrió. ¿Qué hay de mí maldita? ¿Qué hay de mí? Envidia de ella, de su sentir, de su calor, de su vestir; envidia de su ser, de su devenir, de… Envidia de ti, de tu pureza, de tu inocencia, de tu frugalidad; envidia de tu frialdad, de tu calor, de... de que yo nunca estuve allí, y tú sí.
¿Yo? No, yo nunca estuve allí.

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